El primer paso antes de abordar un trabajo académico de cualquier tipo siempre es buscar información. Aquí lo importante es saber por dónde empezar a buscar, y por supuesto, primero lo haremos a través de fuentes validadas: publicaciones científicas respaldadas por universidades, centros de investigación o editoriales académicas que someten los trabajos a un proceso de revisión por pares, ya sea en libre acceso o bajo suscripción, a través de las bibliotecas académicas.
Pero antes o después terminaremos preguntando a Google y navegando por donde quiera que nos lleve. Aquí hay que hilar más fino: La información que aparece en la red ha podido ser publicada por cualquier persona y su contenido no estar revisado. Esto permite incluir información falsa, sesgada o simplemente irrelevante junto con otra de calidad. Por eso, evaluar la información obtenida en un sitio web para usarla en un proyecto de investigación no es fácil.
Dentro del proceso investigador es fundamental evaluar la credibilidad y la pertinencia de la información que hemos obtenido a través de las búsquedas en diferentes fuentes. Como decimos, la información obtenida a través de la Biblioteca tiene una serie de ventajas, ya que los trabajos que se incluyen en libros o en publicaciones periódicas cumplen, en general, una serie de requisitos que son anteriores a su publicación.
Sin embargo, cuando realizamos una búsqueda utilizando una determinada fuente y una estrategia que consideramos la más adecuada siempre pueden quedarnos dudas acerca de los resultados.
Por todo esto, vamos a estudiar algunos criterios para evaluar una fuente en línea no revisada.
- Autoridad: Hay que comprobar si el autor es experto en el tema o pertenece a un grupo de trabajo que investigue en el área, si pertenece a una universidad o centro de investigación. Las páginas “anónimas” son legión. La URL, o dirección web, puede ser el indicador de autoridad en este medio. El dominio, cuando no es territorial, nos puede indicar el tipo de organización en la que estamos.
- Contenido: Referido tanto al contenido material como al formal. En ámbitos de investigación esto último incluye, ineludiblemente, la calidad en cuanto a citas y referencias. También la inclusión de gráficos, tablas y datos relevantes.
- Propósito: La audiencia a la que se dirige lógicamente marca el nivel de profundidad con que se trata el tema. Las revistas de divulgación pueden ser de gran interés, pero seguramente no lo son tanto en este contexto. En el caso de la web, este criterio hay que analizarlo a partir de la URL que alberga la información. ¿Se trata de una institución educativa o de investigación? ¿Es una organización o una empresa? ¿A qué se dedican? ¿Pretenden vendernos algo? Para comprobarlo deberíamos indagar acerca de para qué se ha creado, quién la mantiene, etc. Y una vez comprobados estos datos, preguntarnos si tienen cabida en el ámbito de la investigación. Puede ayudarnos la información ofrecida en la sección quiénes somos o similar.
- Objetividad: Algo nada fácil de establecer. Como principio, deberíamos saber que las páginas financiadas por empresas o determinado tipo de organizaciones son más susceptibles de ofrecer información sesgada. Además, conviene fijarse en cómo se presenta la información y en el tipo de enlaces que tiene.
- Pertinencia: Valorar si la información que examinamos tiene alguna relevancia para nuestro trabajo, si, realmente, de forma directa, nos va a resultar útil para nuestra investigación. Teniendo en cuenta el volumen de información al que tenemos acceso, este es un punto crucial. Los trabajos que sólo “tocan” de forma tangencial o poco significativa nuestro tema solo nos hacen perder el tiempo que no tenemos. Además de introducir “ruido” aportándonos documentos que nos distraen y que, al final, desechamos. No es buena idea guardarlo todo “por si acaso”. Las bases de datos y la posibilidad de recuperar la información no van a desaparecer. Esto es especialmente aconsejable en el caso de Internet, donde la facilidad para navegar nos puede distraer del objetivo inicial.
- Actualización: Depende de la disciplina de conocimiento en la que nos movamos, ya que la información en Ciencias presenta un grado mucho mayor de obsolescencia que las Humanidades, por ejemplo. En el caso de páginas web, para saber si cumplen con este criterio tendremos que fijarnos no sólo en la fecha de los documentos (que a veces no aparece) o de los datos que incluya, sino también (y fundamentalmente) en la actualización de la propia página.
Imagen de portada: Pablo García Saldaña