Todos nos quejamos de que no tenemos tiempo. No tenemos tiempo para hacer deporte, salir con los amigos, leer, ir al cine o descansar. Sin embargo, el tiempo es un concepto flexible. Pasa muy rápido cuando estamos realizando una actividad placentera y muy lento cuando la tarea que nos ocupa es tediosa, difícil, aburrida o estresante. ¿Y qué pasa cuando estamos inmersos en un trabajo de investigación? Lo más normal es que no dispongamos de todo el tiempo del mundo, que tengamos nuestras propias obligaciones familiares o laborales. ¿Cómo aprovecharlo al máximo para poder llevar a cabo con éxito nuestra investigación?

En primer lugar, hazte tres preguntas:

  1. ¿Cuáles son tus compromisos y obligaciones fuera de la investigación? Trabajo, eventos familiares, cuidado de niños o viajes. Anota cuándo son estos y cuánto tiempo te llevan.
  2. Ahora que ya sabes cuánto tiempo te queda para investigar establece claramente los objetivos de tu investigación.¿Quieres aprobar un curso de doctorado, presentar una tesis o escribir 4 artículos? ¿Cuánto tiempo necesitas para lograr eso?
  3. Lo que nos lleva a la pregunta tres: ¿cómo trabajas mejor? ¿Por la mañana? ¿Por la noche? ¿Y dónde? ¿En una biblioteca? ¿En casa? ¿En la oficina?

Para mejorar la gestión de nuestro tiempo es importante reflexionar acerca de cuáles son nuestros hábitos y qué uso hacemos del mismo. Algunos consejos útiles:

  • En primer lugar detecta los obstáculos que te impiden disfrutar del tiempo plenamente (visitas inoportunas, teléfono, reuniones, viajes informes y papeleo, internet, redes sociales, blogs, etc.).
  • Ten una actitud proactiva: decide en cada momento qué quieres hacer, en qué quieres gastar tu tiempo. Sé el dueño de tu tiempo.
  • Aprende a decir “no”.
  • Céntrate en lo que quieres obtener (objetivos), no en lo que tienes que hacer (tareas). No pierdas de vista tus objetivos.
  • Evita procrastinar. La procrastinación es la acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras más irrelevantes pero más agradables, cortas o fáciles.
  • Evita las interrupciones: afectan a nuestra productividad y a nuestro ritmo de trabajo, disminuyen nuestra concentración, nos hacen más torpes y lentos y nos alejan de nuestros objetivos. El tiempo dedicado a una tarea se alarga más cuantas más interrupciones sufre. No es posible reanudar una tarea sin más donde la dejamos, siempre necesitamos un tiempo extra para volver a “coger el hilo”.
  • Evita el perfeccionismo y persigue la eficiencia. Llega un momento que por mucho que invirtamos tiempo en algo no compensa. El producto es cada vez mejor, pero el esfuerzo que supone lograr esta mejoría resulta claramente poco rentable. Localiza el punto donde seguir trabajando en algo deja de ser productivo.
  • ¿Y qué tal si haces tratos contigo mismo del tipo “veré esa película pero solo una vez que lea este documento”? Recompénsate con actividades placenteras.
  • Y por último, haz un buen uso de las comunicaciones: internet y teléfono móvil. Detecta cuales son los ladrones de tiempo en el entorno digital (posts en blogs, periódicos online, tweets, entradas en Facebook, redes sociales, etc.). Una vez detectados ponte límites: desactiva las notificaciones de e-mails y de redes sociales y establece unas horas del día para revisar el correo y las redes. Y si nada de esto funciona toma una medida drástica y apaga tu conexión a internet.

Créditos foto: Time, por Ann Fisher, CC BY-NC-ND 2.0